¿Cuáles son las causas y los síntomas de la pérdida de audición en niños?
La Organización Mundial de la Salud estima que 466 millones de personas en todo el mundo padecen pérdida de audición discapacitante. De todos ellos, 34 millones son niños, de los cuales el 60% de los casos se deben a causas prevenibles. Entre ellas, las más habituales son las causas congénitas, es decir, aquellas que se determinan en el nacimiento o poco después. Estos casos se deben a factores tanto hereditarios como no hereditarios, así como posibles complicaciones durante el embarazo y parto, como la rubeola, sífilis u otras infecciones, falta de oxígeno en el momento de nacer o la utilización de ciertos medicamentos.
Asimismo, los niños prematuros también tienen mayor riesgo de padecer algún tipo de problema auditivo. Por otro lado, las causas adquiridas también pueden provocar pérdida de audición, como pueden ser infecciones durante la infancia, como la meningitis, otitis media o sarampión.
Detectar pérdidas auditivas en los niños puede llegar a ser realmente difícil. De ahí la importancia de detectar e identificar lo más temprano posible el problema auditivo, ya que así se garantizan los mejores resultados a la hora de comenzar a hablar y que el pequeño pueda comunicarse y aprender de forma correcta, así como asimilar y saber convivir con la pérdida auditiva. Es por ello que los padres deben estar atentos a los síntomas que presentan sus hijos y que pueden estar relacionados con estos problemas:
- El retraso o ausencia en el habla del niño es uno de los principales indicios de existir una pérdida de audición.
- También se produce una demora en la comprensión del lenguaje, así como esta pueda ser inapropiada.
- No reacciona a sonidos altos, en ocasiones no responde a algo que se le pregunta o contesta con un “¿qué? a menudo e, incluso, puede hablar más alto de lo normal. Además, el niño puede protestar de que no escucha y, en ocasiones, parece que no presta atención.
- No imita los sonidos ni localiza de donde vienen –es decir, no gira la cabeza, por ejemplo–.
- El niño padece, de forma habitual, infecciones de oídos.
- Los padres perciben un menor rendimiento en el colegio, o el profesor percibe que el niño apenas participa en clase.
- El niño se concentra y mira de forma intensa cuando alguien le habla.
- Cuando la familia se encuentra viendo la televisión, el niño es el único que necesita subir el volumen.
Cuanto más mayores son los niños, más difícil es detectar una posible pérdida de audición. De hecho, es más fácil identificarlos desde que son bebés hasta los dos años de edad, puesto que no han adquirido aún el lenguaje. Por ello, lo más importante es que los padres vigilen cada una de las etapas de desarrollo de sus hijos, con el fin de comenzar el tratamiento cuanto antes.